Aplausos que enmudecen

El aplauso es la voz del reconocimiento. El eco del mérito y quién sabe si, para algunos, el preludio del triunfo o el triunfo mismo. Sucede que el aplauso es sonoro, grupal, multitudinario y contagioso: son muchas manitas palmoteando juntas; creyéndose fuertes, felices, divertidas. Esquivamos –a veces incluso socorremos- a quien tropieza cerca, al que cae de una bicicleta y aplaudimos al mismo accidentado si aparece en Videos de primera ¿Y qué es el aplauso sino un intercambio de intereses, necesidades? “Un grito de masas” dirán unos, “de esas gentes ineptas que combinan palomitas edulcoradas con su chute diario de teleporqueria” (así en catalán suena mucho más cool).

En el cartel de anuncios de la vida se precisaban “observadores con criterio, capaces de reportar el mundo y sus gentes en palabras e imágenes”. Asumiendo que un transmisor no acostumbra a ser protagonista, me entrevisté con la experiencia ya hace tres años y aún hoy sigo en el casting. Durante este tiempo, he observado a otros competidores -competidoras, en su mayoría-; he aprendido de ellas lecciones de decisión, temple, resistencia y retórica avanzada, pero aún no logro levitar con tanta naturalidad, planear alto y, a vista de pájaro radiactivo, escrutar los intestinos de ratoncitos perdidos. Ellas pueden. Saben cuán importante es su trabajo, lo esencial que resulta huir de las masas y lo primario de su opinión. ¿Opinión? Oh no… esa palabra no existe en el argot, quise decir tal vez rica interpretación profesional. Como muy reflexivamente comentó una expersona dulcemente ahogada en su personaje, aún es pronto para razonamientos propios, al fin y al cabo, ¡sólo tenemos 20 años! Por eso, sin pedirle imposibles a mi mente desentrenada, aquí relato algo que a nuestros humildes Dioses, lectores de vidas, puede interesar:

Viernes 24 y 25 de abril, en el Albergue Mas Silvestre de Canyamars, se celebraba el IV Encuentro de Jóvenes Lectores, organizado por la Associació Catalana de Premsa Comarcal (ACPC). Dos días para decidir el futuro del periodismo del mundo mundial y, a poder ser, para guiar el rescate de la prensa local y comarcal catalana. En la primera jornada, las crías de periodistas “andan aún en frío”, se excusan los pocos postadolescentes; en la segunda, “se pasaron de calientes en una noche de desfase paquito chocolatero”.

Dos días es poco el tiempo para definir el modelo del periodista del futuro, determinar si el publicador ciudadano supone una amenaza para la profesión o jugar a reinventar los medios y sus tecnologías. Por suerte, contábamos con un espacio de debate tras las ponencias y exposiciones, del que debían desprenderse las conclusiones del evento.

En un aulario en forma de cabaña enorme de madera maciza, 110 periodistas en potencia ocupan las largas mesas rectangulares. Todos juegan con sus notas, sus bolígrafos, sus carpetas, algunos también con sus móviles, sus mp3 o sus grabadoras. Está atardeciendo. Las jornadas llegan a su fin. Es el momento del gran debate que ha de cerrar el evento. Un hombre escrupulosamente encorbatado prepara unas diapositivas en el proyector. Lo custodia un ser femenino que en su aparatosa presencia recuerda al limpiachimeneas bohemio de Poppins. De su cuello cuelga la cámara fotográfica, de la cintura un bloc para tomar notas, en el cinturón multiusos una grabadora digital y un micrófono de mano, al pie de sus temblorosos perniles, una cámara de video y entre sus tenazas ágiles, se despliega un trípode de plástico que ha estado cargando en una ingeniosa mochila trasera ocupada ahora por el ordenador muy portátil. Es, sin duda, el reflejo del maravilloso mundo del periodismo multimedia (multimierda?). Aunque yo prefiero llamarle el Veni vidi vincit. Llega, ve (ve aunque no mire, lo hace a través de varios visores) y vincit (consigue suficiente información o sucedáneo para emular conocimientos sobre algo). Y así fue una vez más, la limpiachimeneas había acudido únicamente al cierre. “Espero no fer massa tard” comentaba en un forzado coleguismo con el resto de asistentes, décadas más jóvenes.

No hubo debate. En lugar de eso, el hombre encorbatado se presentó. Era el portavoz de la Agència Catalana de Notícies (ACN). “Ens agradaria –incluye aquí a la limpiachimeneas- posar-vos un petit video perque conegueu millor qui és l’ACN i què fa”. Sin dar opción a réplica o bendición, pulsa el play y empiezan a emerger imágenes en movimiento desde el proyector. Eran periodistas rubiositos, jóvenes, sonriendo y mirando a cámara sin dejar de teclear. Luego mandaban sus textos por el ciberespacio, el viaje intergaláctico de la información. Parecían felices. Satisfechos. Eran súperheroes que disponían de equipos Hi-Tech (tal vez incluso scienciefiction-tech) con los que capturaban al mismo tiempo palabras e imágenes de cuanto sucedía en toda la geografía catalana. La voz, robótica y sensual, era de dobladora de TV3 y se detenía sólo a media frase para repetir ACN. Tanto volvía a las mismas siglas que se acababan digiriendo como la megafonía de un trayecto diario en metro. El video termina con el eslogan empresarial de la agencia. Y, sorprendentemente, se escuchan aplausos. Los críticos reporteros palmotean eufóricos como focas drogadas ante tal muestra de poder y patrocinio empresarial. Poder suficiente como para comprar el tiempo dedicado al debate general de las jornadas y llenarlos con videos corporativos e hipnóticos.

Alguien se percata del tema y en la cordial inercia del “si teniu alguna pregunta o comentari?” aprovecha para dar fe de ello ante el patrocinador. Ningún apoyo. Al fin y al cabo, los aplausos ya habían hablado, es la voz de nuestros humildes Dioses, de los transcriptores del mundo.

PS: La imagen es de la III Trobada de Joves Lectors, no de la IV pero no he encontrado alumnos de la Universidad Abat Oliva que puedan mostrar mejor la dulce penetración del mercado y patrocinio en su sistema docente. ((El profesor, sobrino de Charlie Brown y hermano de Octavio Acebes, merodeaba esta mañana por la UAB... raro raro raro)).


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