De poemas y pomenos I


Es bello y curioso cómo expresábamos, unos y otro, el paso de la infancia a lo que, por error y descarte, tomamos ayer por adultez.

"Nadie entiende nada, ni a nadie ni a él mismo.
Todo es oscuro y confuso en el retorcido laberinto
por el que corren las almas azaradas y heridas
de niños traviesos, solitarios y perdidos;
hasta caer inertes en un despiadado abismo.

Y es que nunca se sufre sin miedo ni se ama en frío.
Por mucho que cubra el invierno de hielo el olvido
la nieve fundirá con el resplandor del peligro,
se irá la suave niebla que distorsiona el recuerdo
y la memoria gritará con la tenue voz del viento
escurridizos nombres, hoy prohibidos,
de los eternos prisioneros del tiempo.
Y así, en su ciega nostalgia dormirán vencidos
amantes e hijos de sentimientos fingidos.

Ya juega la noche a enturbiar el alma,
conoce los secretos del amargo deseo.
Sabe envolver este cuerpo de una sola mirada
y en la tierra de los cielos, donde su luna lo aclama
llenar la boca de versos, que incesantes resbalan
por los labios entreabiertos del que espera ser amado.
Llueven lágrimas saladas de historias que nunca acaban.
Se aleja la juventud con la rutina por barco
y un chiquillo la persigue, pero no la alcanza..."

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