
Llueve. Cristales punzantes humedecen el pensamiento de genios bohemios y ermitaños, duendes perdidos entre gritos y asfalto. Truena. Corren desesperadas femeninas siluetas a secar su piel, embriagadas hadas que insisten en ser abejas y hundirse en un mar de miel. Niebla. Niebla espesa que tejen doncellas en suspiros del ayer. Niebla tibia que prelude al mago y lo hace desaparecer.
¿Viste alguna vez llover?
Agua. Ríos salados de lágrimas de dragón. Baños de fantasía que cubren del mundo su sinrazón. Cascadas en llanto acogen los juegos de niños y faunos, que chapotean alegres al regazo del amor. Hielo. Llueve también para los arqueros de sonrisas gélidas y abrazos de escarcha; para los feudos de sacos de cuero y corbata a rallas. Para los juglares ciegos que recitan en la plaza leyendas de caballeros que vencieron mil batallas.
¿Viste alguna vez llover?
Sacuden el cielo ahumado las afiladas carcajadas de brujas y lobas. Y en los charcos sirenas retuercen entre sus colas Neptunos derrotados que resucitan por horas. Caen bolas de fuego contra el campesino que clama justicia, litros de agua y alcohol nublaron su vista y encendieron su voz. Y en un castillo de arena, subida a su torreón la descorazonada reina agita con brío el bastón mientras ordena, sentencia, que salga de nuevo el sol.
¿Viste alguna vez llover? ¡No lo hiciste como yo!