(Plaza Cataluña. Interior de la parada de metro. Taquillas cerradas. Me dirijo a un hombre de mediana edad con chaleco granate y camisa rallada. Parece informado, o cuanto menos de información).

- Hola. Disculpe. ¿Sabe dónde puedo conseguir una T-Joven de dos zonas?
- Sí claro, aquí mismo.
- ¿En las máquinas, dice?
- No. La máquina no funciona. Tendrá que ser por taquilla.
- Ya ,mire: es que están todas cerradas. (Se gira y señala a su derecha).
- No. No lo están.
- (Se voltea de nuevo y achina los párpados hasta juntar las cinco letras que han de darle la victoria: TANCAT). Mire, yo creo que sí.
- Ah bueno. Ahora mismo sí lo están, claro. Si no, no andaría yo aquí.
- Vaya, llego tarde, ¿no?
- Ni tarde ni pronto. Es que necesitaba un descanso.
- Ah, ya veo. Bueno… pero ahora vuelve a la taquilla, ¿no?
- Claro, para eso me pagan –ríe-.
- Ya. Claro. Me espero diez minutos entonces…
(silencio)
- En diez minutos ya estará, verdad?
- Sí, probablemente. (Despliega un periódico gratuito tras el que escudarse).
(Ambos permanecen estáticos. Pensativos. Pasan varios minutos).
- Disculpa chico…
- Sí sí, ya voy (propulsa a su cuerpo hacia la taquilla pero al primer paso se detiene).
- Te importaría esperarme allí el rato que quede. Es que me siento observado. No me gusta que me miren.
(silencio)
- Sí… claro.

(Trescientos cincuenta segundos después)

- ¿Quién es ahora?
- (mira atrás y se da cuenta de que está solo ante la ventanilla, su cabeza la única que asoma frente al cristal) A mí.
- Dígame ¿Qué desea?
- Un… una T-Joven.

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